Con «La librería» Isabel Coixet cierra la gala más feminista de los Goya

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Isabel Coixet, y con una historia de mujeres maduras como tanto se reivindicó durante la noche, se hizo con los premios principales: mejor película

La directora se hace con los tres premios grandes. «Handia», con diez galardones, triunfa en la parte técnica

Por Fernando Muñoz

En el año de las mujeres, no había película más eminentemente feminista que «La librería». Dirigida y escrita por Isabel Coixet, y con una historia de mujeres maduras como tanto se reivindicó durante la noche, se hizo con los premios principales: mejor película, dirección y guión adaptado. «Igual me lo merezco», celebró la cineasta, que entre todos los agradecimientos coló «a todas esas señoras que van al cine, compran entradas y hacen que todos estemos aquí. Y a los que compran libros». Falta por ver si cumple el año que viene la promesa que hizo en la alfombra roja: «Si me llevo dos premios volveré en pijama».

Pero las palabras más escuchadas de la noche fueron «eskerrik asko», gracias en euskera, el idioma en el que está rodada «Handia». La película de Jon Garaño y Aitor Arregi se hizo con diez galardones, lo que la convierte en la tercera más premiada de la historia a la altura de «La isla mínima» y «Blancanieves». Sin embargo, se quedaron sin «cabezones» principales. Su viaje fue el inverso que el de «La librería». La alegría inicial de unos fue la final de los otros.

«Verano 1993», sin aire

La ceremonia se alargaba entre monólogos infinitos y parecía que se iba a repetir el guión del año pasado: la mejor directora novel, Carla Simón, sonaba para mejor película. Pero se fue deshinchando hasta quedarse en tres premios, el de la propia cineasta (dos directoras ganan en las categorías de dirección, algo que no se repetía desde Icíar Bollaín y Ángeles González-Sinde en 2004) y el de sus actores, David Verdaguer en reparto y Bruna Cusí en revelación.

Javier Gutiérrez, que en cada entrevista ha defendido a Manuel Martín Cuenca como el «mejor director de intérpretes de este país», volvió a hacerlo anoche al recoger el Goya a mejor actor. También lo hizo Adelfa Calvo en la categoría de reparto. Fueron los únicos premios para «El autor», una suerte, la de la «consolación», que compartió con «No sé decir adiós», cuyo único galardón cayó en Nathalie Poza, que en su breve discurso de agradecimiento dijo más que los monólogos reivindicativos que rellenaron la noche.

Los que despojaron de emoción a la gala fueron Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes. Ambos advirtieron, cuando les anunciaron como presentadores, que lo más difícil es elevar el ritmo. Todo es entrega, recogida y agradecimientos. Un sopor. Lento. Claro que su humor, basado en los silencios, lo abstracto y lo absurdo, como ellos mismos se definen, no es un dechado de velocidad. A su formato, el del posthumor, le cambiaron el prefijo y se convirtió en un viaje al pasado. Chistes tópicos y poca innovación. Eso sí, no hubo crítica política, como prometieron, ni números musicales -hubo un escalofrío cuando, amagaron con cantar y se apareció el fantasma del rap de Resines.

En la primera hora no llegó un aplauso sincero del público del Madrid Marriott Auditorium. Lo recibió Carla Simón cuando recogió el Goya a la dirección novel. Esa ovación pareció borrar la hora inicial y dio paso a Marisa Paredes, que levantó el premio de honor y muchos parecieron despertar. Hasta se pusieron de pie para aplaudir. La homenajeada abrazó el «cabezón», que casi se le cae -«no le tengo tomada la medida»- y honró a sus compañeras de profesión: «La vida de la actriz es como la ruleta de la fortuna». En la platea, Concha Velasco bordeaba las lágrimas. Después, otro viaje al pasado: «Volvería a pronunciar el discurso del “No a la guerra” otra vez», presumió la que por entonces fuera directora de la Academia.

Pero fue una noche rara. Llena de altibajos. La emoción llegó por el homenaje constante a los que no están: a Reyes Abades y sus nueve Goya, que murió el jueves, y para Yvonne Blake, la presidenta de la Academia, que sufrió un ictus. En su lugar, Mariano Barroso y Nora Navas, los vicepresidentes, quisieron acordarse de los otros nombres del cine, los que están pero no se ven, técnicos, especialistas y otros tantos. Y, cómo no, de las mujeres, la reivindicación de la noche: «Creemos saber cuál es el camino. Vamos a ser la referencia». En ese momento el auditorio batió los abanicos rojos.

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