A primera vista el BMW i8 Roadster impresiona, tanto o más que la versión cerrada.
Su diseño sigue siendo futurista, sí, pero sin las estridencias a las que nos tienen acostumbradas otras marcas. Y es que equipa elegancia y deportividad a partes iguales. También mantiene su forma aerodinámica en la zona final de la línea de cintura y, además, introduce una doble joroba, elemento que se funde con los asientos. Tras ellos se esconde la capota de lona, que es similar, también al tacto, al tejido vaquero. Hemos podido ver cómo se pliega y despliega, acción que se desarrolla en tan solo quince segundos -puede realizarse a una velocidad que no supere los 50 km/h-. Gracias a su disposición de dos plazas, existe un hueco portaobjetos dividido en tres pequeños compartimentos, de 92 litros situado tras los asientos, espacio que se une a los 154 del maletero.
La unidad expuesta estaba bañada por la nueva pintura E-Copper metalizada. Es cierto que esta tonalidad cobriza gana más en fotografía que en vivo. Pero para gustos están los colores, y nunca mejor dicho, porque también se puede optar por el nuevo Doningtongrau metalizado o por los ya existentes: Kristallwei, Ionic silver y Sophistograu.

Descapotado, abrimos sus puertas, momento en el que una imagen con el anagrama i8 se proyecta en el suelo. A pesar de no tener marco, mantienen su apertura tipo ala de gaviota, uno de los puntazos de este deportivo híbrido. El frontal adopta la misma imagen; no así el capó, que equipa una nueva salida de aire cuya misión es enfriar las baterías, los radiadores y el propulsor. Debajo de él se halla otra novedad, aunque en este caso imperceptible, puesto que está oculta: el motor eléctrico de 143 CV -en la versión cerrada de la primera generación rendía 131 CV- que proviene del BMW i3.
Rodeo el vehículo y en el lateral encuentro otro anagrama, en este caso con la palabra ‘Roadster’, y unas nuevas llantas, también de 20 pulgadas, pero de nuevo diseño. Por su parte, la zaga, la parte que más ha cambiado, sigue siendo baja y extremadamente ancha, como buen deportivo.

El i8 Roadster ofrece un importante cambio en su batería, que pasa de 20 a 34 Ah, con lo que aumenta la potencia a 374 CV y la autonomía a 54 kilómetros, beneficiándose de la Etiqueta Ambiental 0 Azul, como vehículo eléctrico híbrido enchufable (PHEV) que es con una autonomía mínima de 40 kilómetros.
Me acomodo en la plaza del conductor y compruebo en un instante que la posición optima se consigue en un santiamén. Sigo sentado en posición muy baja y continúo rodeado de la consola central, como si se tratase de un coche de carreras. Mis ojos descubren otra novedad, que es el sistema de navegación Professional con un display táctil de 8,8 pulgadas y nuevo software. El menú principal se presenta ahora en la pantalla en forma de mosaico horizontal con contenido “Live”.
Todavía no es oficial el precio del BMW i8 Roadster en España, pero sí en Alemania: 155.000 euros, unos 15.000 euros más que la versión coupé.